EMOCIONES POSITIVAS, ¿CÓMO NOS AYUDAN?

En el artículo LA SALUD IMPORTA ¡Y MUCHO! definía las emociones como reacciones psicofisiológicas cruciales e indispensables para nuestra supervivencia y adaptación al medio en el que vivimos. Tomemos como ejemplo el miedo: esta emoción negativa, que aparece en situaciones de peligro, va a desencadenar una serie de reacciones fisiológicas en nuestro organismo que lo van a preparar para que pueda luchar o huir en las mejores condiciones, con el fin de asegurar nuestra supervivencia. Si bien esta definición puede parecernos lógica y adecuada para las emociones negativas, puede que el valor adaptativo y de supervivencia de las emociones positivas nos resulte menos evidente. La pregunta es entonces, ¿de qué nos sirven las emociones positivas desde un punto de vista evolucionista? O, dicho de otro modo, ¿por qué el hombre primitivo estaba mejor adaptado al medio y tenía más probabilidades de sobrevivir siendo feliz?

El valor adaptativo de las emociones positivas es distinto al de las emociones negativas y, así como estas últimas promueven la supervivencia en momentos de amenaza, las emociones positivas promueven la supervivencia a largo plazo al incrementar múltiples recursos en nosotros, que posteriormente podremos utilizar para hacer frente de forma eficaz a las amenazas que se nos presenten (Fredrickson, 1998).

Conforme lo argumenta la psicóloga e investigadora americana Barbara Fredrickson (1998) las emociones positivas y las negativas son distintas, pero se complementan. De acuerdo con sus argumentos, las emociones negativas reducen nuestro repertorio de pensamiento-acción, permitiéndonos dar una respuesta eficaz en situaciones de peligro, mientras que las emociones positivas amplían nuestro repertorio de pensamientos y acciones, permitiéndonos desarrollar nuevas formas de pensar y reaccionar, más creativas, flexibles e impredecibles (Fredrickson, 2004). Pongamos un ejemplo de nuestra vida cotidiana: imaginemos que estamos en el despacho de nuestro jefe y éste nos está dando una charla con la cual quiere darnos a entender que se está planteando despedirnos debido a la mala gestión que hicimos del último proyecto de la empresa. Frente a esta situación, en la cual vemos amenazado nuestro puesto de trabajo, quizás tratemos de defenderlo con argumentos y/o dando lo mejor de nosotros mismos en la empresa (comportamientos de lucha) o, quizás, asumamos que nos van a despedir y empecemos a postular de forma frenética a otros trabajos (comportamiento de huída). Sin embargo, las respuestas más originales probablemente las vamos a encontrar en esas personas que con mayor frecuencia experimentan emociones positivas. Quizás en la conversación recurran a un humor bien manejado para tratar de darle un vuelco a la percepción que el jefe tiene de ellos como empleados, o quizás sean capaces de hacerle alguna propuesta ingeniosa que pueda compensar los errores cometidos.

Desde un punto de vista cognitivo, las emociones positivas van a favorecer que desarrollemos pensamientos más creativos, nos van a permitir establecer mejores conexiones entre nuestras ideas, asimilar y organizar mejor la información y van a favorecer que generemos nuevas soluciones frente a los problemas (Isen, 1999). De hecho, los estudios demuestran que las personas que con frecuencia experimentan estados emocionales positivos, suelen ser más abiertas, más creativas, integradoras y eficientes que aquellas que tienen poca tendencia a experimentarlos. En relación a esto último, las emociones positivas mejoran también la productividad en el trabajo (Mikolajczak, 2014), razón por la cual observamos que ciertas empresas favorecen la circulación de emociones positivas entre sus empleados.

A nivel conductual, además de ampliar nuestro repertorio de comportamientos, las emociones positivas nos llevan a involucrarnos en un mayor número de actividades, incitándonos a explorar más nuestro entorno y, por lo tanto, a conocerlo mejor (Frijda et Mesquita, 1994).

Desde un punto de vista social, las emociones positivas nos motivan a ir hacia los demás, a establecer y reforzar vínculos sociales, a ayudar al prójimo y a ser más cooperativos con los otros (Isen, 1999).

Las emociones positivas también tienen efectos positivos en nuestra salud, refuerzan nuestro sistema inmunológico, permitiéndonos gozar de mejor salud y favoreciendo que vivamos más tiempo (Mikolajczak, 2014) y aceleran la recuperación tras la reactividad cardiovascular producida por las emociones negativas, que resulta potencialmente perjudicial para nuestra salud (Fredrickson & Levenson, 1998; Fredrickson et al., 2000). Desde un punto de vista psicológico, nos permiten recuperarnos más rápido de los estados emocionales negativos, del estrés diario (Ong et al., 2006) y nos ayudan a desarrollar nuestra capacidad de resiliencia (Mikolajczak, 2014). Así pues, podemos concluir que las emociones positivas optimizan la salud y el bienestar de las personas (Fredrickson, 2000)

Las emociones positivas son, por lo tanto, útiles para nuestra supervivencia y adaptación al medio en el que vivimos. Si volvemos al ejemplo del hombre de las cavernas, a través de la experiencia recurrente de emociones positivas, éste aumentaría su satisfacción con la vida, estaría más sano, dispondría de mayores capacidades de reflexión y actuación, y estaría dotado de relaciones sociales, lo que le permitiría encontrar una pareja con más facilidad, para reproducirse y transmitir sus genes a sus descendientes, así como aumentar sus probabilidades de supervivencia (Mikolajczak, 2014).

Ahora bien, el carácter funcional de las emociones positivas que resalta este artículo, no debe alimentar en nosotros el deseo y la intención de vivir en un perpetuo estado emocional positivo, pues aparte de irrealista y agotador, resultaría contraproducente. Las emociones positivas, si bien nos aportan múltiples beneficios, también presentan sus inconvenientes y, en algunas ocasiones, podrían conducirnos a subestimar ciertos riesgos, poniéndonos en peligro (Spies et al., 1997; Yuen & Lee, 2003).

La conclusión es que las emociones positivas son útiles y necesarias y, por lo tanto, es importante nutrirlas y fomentarlas, en especial si tenemos dificultad para experimentarlas.

 

Ana Isabel García-Izquierdo Peribáñez

Psicóloga y psicoterapeuta

Graduada en psicología, especializada en psicología clínica y psicopatología integrativa por la Universidad Paris Descartes (formación académica, profesional y de investigación), psicoterapeuta con un enfoque integrativo certificada por la ARS de Île de France y Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia.

Fredrickson, B.L. (1998). What good are positive emotions?. Review of General Psychology, 2, 300-319

Fredrickson, B.L. (2000). Cultivating positive emotions to optimize health and well-being. Prevention and treatment. Available on the World Wide Web: http://journals.apa.org/prevention.

Fredrickson, B.L. (2004). The broaden-and-build theory of positive emotions. The Royal Society, 359, 1367-1377

Fredrickson, B.L., & Leverson, R.W. (1998). Positive emotions speed recovery from the cardiovascular sequelae of negative emotions. Cognition and Emotions, 12, 191-220

Fredrickson, B.L., Mancuso, R.A., Branigan, C., & Tugade, M.M. (2000). The undoing effect of positive emotions. Motivation and Emotion, 24 (4), 237-258

Frida, N.H & Mesquita, B. (1994). The social roles and functions of emotions, en S. Kitayama et H. Marcus (eds.), Emotion and culture: Empirical Studies of Mutual Influence, Washington, DC, American Psychological Association, p. 51-87

Issen, A.M. (1999). Positive affect. Handbook of cognition and emotion. New York: Wiley

Mikolajczak, M., Quoidbach, J., Kotsou, I., & Nélis, D. (2014). Les compétences émotionnelles. Paris : Dunod

Ong, A. D., Bergeman, C. S., Bisconti, T. L., & Wallace, K. A. (2006). Psychological resilience, positive emotions, and successful adaptation to stress in later life. Journal of Personality and Social Psychology, 91(4), 730–749

Spies, K., Hesse, F.W., & Brandes, F. (1997). Influence of positive mood on risk-taking behavior. Psychologische Beitrage, 39, 216- 228

Yuen, K.S.L & Lee, T.M.C. (2003). Could mood state affect risk-taking decisions?. Journal of Affective Disorders, 75, 11-18

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Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Claudio Hernández Solano

    Me gustaría saber sobre, la sanidad mental y su práctica diaria, para gestionar la percepción de sí mismo, gracias

    1. Ana Isabel García-Izquierdo Peribáñez

      Hola Claudio, siento responderte con tanto retraso, pero no había visto tu comentario hasta ahora. En la salud mental intervienen múltiples factores, habría que evaluar en cada caso qué es lo que está impidiendo a la persona en cuestión gozar de salud mental o de bienestar emocional, para poder trabajarlo. Con respecto a la gestión de la percepción de sí mismo, puesto que es un tema extenso, te invito a leer dos artículos del blog que son bastante completos y creo que pueden aportarte la información que necesitas: «¿Cómo se construye nuestra autoestima?» y «Cómo mejorar tu autoestima: 7 claves que te ayudarán a hacerlo». Espero haber podido ayudarte. ¡Un saludo!

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