LA SALUD IMPORTA ¡Y MUCHO!

¿QUÉ ENTIENDES POR SALUD?

Al hablar de salud, son pocas las personas que relacionan este concepto con las emociones. Es por ello que hoy hablaré de la utilidad de las mismas y de su impacto en nuestra salud, tanto a nivel físico como mental.

Las emociones son reacciones psicofisiológicas que todos experimentamos y que son cruciales e indispensables para nuestra supervivencia y adaptación al medio en el que vivimos.

Así pues, si nos encontramos ante un peligro, el miedo aparece con el objetivo de protegernos, desatando una serie de reacciones fisiológicas en nuestro organismo (dilatación de las pupilas, aumento del riego sanguíneo en los músculos, aumento de la tensión muscular, etc.), que van a prepararlo para que podamos luchar o huir de la amenaza en las mejores condiciones.

En el caso de encontrarnos frente a alimentos en estado de descomposición o contaminados, espacios insalubres y personas o conductas que puedan resultar nocivas para nuestro organismo, sentimos asco. Esta emoción, que a nivel fisiológico se manifiesta con náuseas, salivación y malestar gastrointestinal, genera en nosotros una sensación de repulsión hacia todo aquello que pueda resultar perjudicial para nuestro organismo, llevándonos a adoptar conductas de rechazo o distanciamiento para protegernos de los mismos.

La emoción de sorpresa aparece cuando nos vemos confrontados a algo novedoso, imprevisto o extraño, provocando en nosotros ciertos cambios fisiológicos (dilatación de las pupilas, disminución del ritmo cardiaco, interrupción puntual de la respiración, etc). Cuando estamos sorprendidos, nos detenemos, permanecemos con los ojos bien abiertos, y a menudo tenemos la sensación de tener la mente en blanco. Este conjunto de reacciones nos va a permitir focalizar toda nuestra atención en la situación o estímulo inesperado y analizarlo rápidamente para poder hacerle frente.

La tristeza aparece en situaciones de fracaso o pérdida, provocando una disminución de la energía en nuestro organismo y una bajada de la motivación por las actividades de la vida cotidiana. Esto nos permite economizar nuestros recursos y centrarnos en nosotros mismos, favoreciendo la introspección, el análisis de la situación, sus consecuencias y permitiéndonos también redirigir nuestros objetivos, ayudándonos así a sobreponernos de la situación. Cuando nos sentimos tristes, solemos recurrir al apoyo social, lo que también contribuye favorablemente a nuestro restablecimiento.

Cuando estamos frente a situaciones injustas u obstáculos, sentimos ira. Esta emoción desata una serie de reacciones fisiológicas en nuestro organismo (aumento del riego sanguíneo en los músculos, aumento de la tensión muscular, aceleración del ritmo cardiaco, etc.), que nos preparan para el combate, con el objetivo de destruir el obstáculo que nos bloquea o defendernos de las injusticias.

Sentimos alegría cuando logramos nuestros objetivos o alcanzamos la realización de nosotros mismos. Esta emoción se acompaña de una inhibición de los sentimientos negativos y de un aumento de la energía y flexibilidad cognitiva. La alegría nos produce una sensación subjetiva de bienestar y seguridad. A nivel comportamental, nos mostramos sonrientes, damos brincos, cantamos, bailamos; es decir, adoptamos actitudes que llaman la atención y nos hacen más atractivos ante los demás. La alegría responde a nuestras necesidades de afiliación y de reproducción.

Miedo, asco, sorpresa, tristeza, ira y alegría son las 6 emociones de base, innatas y comunes a todos los seres humanos independientemente de su cultura.

Las emociones, tanto si son positivas como si son negativas, tienen una función adaptativa y resultan fundamentales para nuestra supervivencia y para la continuidad de nuestra especie. Sin embargo, pueden volverse disfuncionales si su naturaleza, frecuencia, intensidad y/o duración están en inadecuación con el contexto, generando en nosotros malestar y pudiendo afectar nuestro funcionamiento en múltiples esferas de nuestra vida (social, familiar, personal y profesional). De ahí la importancia de saber regularlas adecuadamente.

La regulación emocional corresponde a toda estrategia que se ejecute con el objetivo de modificar la emoción en curso, ya sea a nivel de su valencia, intensidad o duración.

La capacidad de regular las emociones de forma eficaz es una aptitud esencial para la salud y bienestar de las personas. En este sentido, son varios los estudios que han demostrado que las personas que no logran gestionar bien sus emociones presentan un riesgo mayor de desarrollar patologías mentales y físicas, en especial cuando lo que no logran regular correctamente son los afectos negativos.

Así como las enfermedades físicas nos afectan emocionalmente, nuestras emociones también tienen un impacto en nuestra salud física. Existen evidencias científicas que sostienen que los estados emocionales negativos tienen un efecto negativo en nuestra salud a largo plazo, mientras que los positivos la favorecen. De hecho, un alto porcentaje de las enfermedades físicas que padecemos están influenciadas por estados emocionales negativos recurrentes. Esto podría explicarse porque la emoción produce ciertas reacciones fisiológicas en nuestro organismo que, a la larga, podrían influir negativamente en el funcionamiento del mismo, favoreciendo la aparición de ciertas enfermedades físicas como trastornos cardiovasculares, respiratorios, dermatológicos, neurológicos y otras enfermedades en las cuales el sistema inmunitario juega un rol fundamental, como por ejemplo el cáncer. Por otro lado, cuando las emociones negativas se cronifican, tendemos a modificar nuestra conducta, abandonando ciertos hábitos saludables y adoptando otros que nos resultan perjudiciales, como abusar de sustancias psicoactivas, llevar a cabo conductas sexuales inapropiadas o modificar nuestro comportamiento alimentario de manera inadecuada, entre otros. Este tipo de conductas, no solo pueden derivar en trastornos psicológicos, sino que además están asociadas a enfermedades físicas como patologías cardiacas, enfermedades pulmonares, diabetes, enfermedades de transmisión sexual, cáncer, etc., aumentando nuestro riesgo de padecerlas.

¡Ojo!, esto no significa que por el hecho de tener un déficit de regulación emocional vayamos a desarrollar una enfermedad física o mental, pues para ello se requeriría también la participación de otros factores, pero sí aumenta nuestro riesgo de padecerlas.

Lo que sentimos tiene que ver con lo que ocurre en nuestro organismo y lo que ocurre en nuestro cuerpo influye en nuestros estados emocionales. Es tan importante cuidar nuestra salud física como emocional.

Ana Isabel García-Izquierdo Peribáñez

Psicóloga y psicoterapeuta

Graduada en psicología, especializada en psicología clínica y psicopatología integrativa por la Universidad Paris Descartes (formación académica, profesional y de investigación), psicoterapeuta con un enfoque integrativo certificada por la ARS de Île de France y Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia.

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