POR QUÉ NOS AFECTA EL CONFINAMIENTO Y CÓMO HACERLE FRENTE

Ante una situación de confinamiento como la que estamos viviendo, donde permanecemos distanciados de nuestro entorno social, no es de extrañar que aparezcan emociones negativas como la tristeza, la frustración, la cólera, la ansiedad o el aburrimiento. El aislamiento prolongado no es una situación normal para el ser humano, pues como bien decía Aristoteles, somos seres sociales por naturaleza y, por lo tanto, es normal que esta atípica situación nos afecte a nivel emocional.  

En 1958, el psiquiatra y psicoanalista británico John Bowlby desarrolló la teoría del apego, la cual sostiene que los seres humanos estamos programados biológicamente para construir vínculos afectivos con los demás, que nos ayudan a sobrevivir y a desarrollarnos en el plano social, cognitivo y afectivo. Tanto es así que, ya cuando el bebé viene al mundo, está dotado de una serie de comportamientos instintivos de apego, como el llanto, la sonrisa, atrapar con las manos, etc., que orienta hacia su figura de protección principal, generalmente la madre, consiguiendo así su proximidad y también su protección ante situaciones de amenaza. A lo largo del primer año de vida y de interacciones recíprocas entre ambos, el bebé desarrolla un vínculo afectivo particular con su figura protectora: el apego. Éste, a pesar de que puede ser de mejor o peor calidad en función de las respuestas de la figura de apego a las demandas del bebé, existe incluso en los contextos menos favorables para él, pues se trata de una necesidad biológica fundamental. 

Si bien el contacto humano, la tranquilización y el consuelo son necesidades particularmente evidentes en las fases iniciales del desarrollo, cuando la supervivencia física y emocional del bebé dependen completamente de su figura de protección, éstas siguen existiendo a lo largo de la vida. Todos necesitamos sentir el afecto y el apoyo de nuestros seres queridos, independientemente del periodo de la vida en el que nos encontremos, y es precisamente en situaciones de dificultad cuando más buscamos su proximidad y su consuelo.  

Entonces, ¿cómo nosotros, seres socio-emocionalmente dependientes, podemos hacer frente a la amenaza sanitaria que estamos viviendo si estamos privados de nuestra red social de apoyo emocional? 

Aislados de nuestro entorno social y en condiciones emocionalmente difíciles, los seres humanos extrañamos el contacto con los otros, especialmente con esas personas con las que tenemos una relación significativa, de confianza, y con las cuales nos sentimos en seguridad. Por eso, ante la falta de contacto con nuestros seres queridos, podemos experimentar sentimientos negativos como la soledad, que es el sentimiento probablemente más temido y que con frecuencia se asocia al aislamiento social. Ahora bien, es importante que sepamos diferenciar el aislamiento social como tal del sentimiento de soledad y, saber que, a pesar de que este último puede ser una consecuencia del primero, no van sistemáticamente de la mano. Es por eso que encontramos personas solitarias que no se sienten solas y personas que se sienten solas, pero que objetivamente no lo están. Y es que, el sentimiento de soledad es una consecuencia de la interpretación que hacemos de la situación en la que nos encontramos. De hecho, la simple percepción de cierto aislamiento social es más predictivo de la experiencia emocional subjetiva de soledad que el aislamiento por sí mismo (Hoeffer, 1987), debido a la interpretación negativa que hacemos al respecto. Dicho de otro modo, nos sentimos más solos cuando creemos estarlo que cuando realmente lo estamos. Con lo cual, podemos concluir que el impacto que tenga sobre nosotros el confinamiento dependerá en gran medida de la perspectiva que adoptemos frente a él. Si logramos controlar la proyección de nuestro negativismo sobre la situación, trabajando nuestros pensamientos a favor de una visión más realista de la situación, no solo evitaremos caer en un círculo de pensamientos y emociones negativas poco racional, sino que lograremos alcanzar estados emocionales más positivos.  

Por otra parte, las nuevas tecnologías están de nuestro lado y nos pueden ayudar a compensar esta separación física de nuestros seres queridos a través de comunicaciones virtuales, que si bien no pueden remplazar la interacción real, nos permiten mantener un contacto próximo con ellos, haciéndonos esta experiencia transitoria de confinamiento mucho más llevadera. La video-llamada, por ejemplo, puede ser un excelente recurso para expresarnos, escucharnos, mirarnos y reconfortarnos, mientras esperamos poder darnos esos necesitados abrazos y esos besos que pronto volverán. 

En estos momentos de encierro domiciliario, algo que también se vuelve primordial es gestionar correctamente nuestro tiempo. Para ello, es importante darle estructura a nuestro día a través del establecimiento de horarios para nuestras actividades, que debemos tratar de respetar (horarios de sueño, de comida, de responsabilidades, de ocio, etc).  Esto no solo nos va a ayudar a sentirnos mejor con nosotros mismos, pues estaremos utilizando nuestro tiempo de manera eficiente, sino que evitará que caigamos en el aburrimiento y en la desesperación con tanta facilidad. Ahora bien, esto no quita que, con el pasar de los días, nos encontremos con horas muertas que no sepamos cómo gestionar y terminen por tentar al oportunista aburrimiento y, ahí, es donde cada uno de nosotros tiene que sacarle el máximo provecho a sus propios recursos personales, como el humor, la escritura, las manualidades etc., para hacerle frente y ganarle el pulso. Pero no te desanimes, ¡que el aburrimiento es un buen caldo de cultivo del que surgen cosas sorprendentes!.  

Ana Isabel García-Izquierdo Peribáñez

Psicóloga y psicoterapeuta

Graduada en psicología, especializada en psicología clínica y psicopatología integrativa por la Universidad Paris Descartes (formación académica, profesional y de investigación), psicoterapeuta con un enfoque integrativo certificada por la ARS de Île de France y Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia.

Hoeffer, B. (1987). A causal model of loneliness among older single women. Archives of psychiatric nursing, 1 (5), 366-373.

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